miércoles, 28 de agosto de 2013

A SIRIA


Hacer caso a la sensibilidad cuando embriaga, aunque sea en forma de rabia o pena, es casi un cometido ineludible del poeta. Darle forma a esos sentimientos -en mi caso con letras- es casi una función vital para quienes así nos desahogamos, a través de la creación artística, que permite abrir canales en los que extender un sentimiento, descubrir quizás espejos en los que sentirse reflejados, ver que no se está solo en la pena. Este poema está dedicado al pueblo Sirio, cuya desgracia es la de todos y no debe dejarnos indiferentes.
Solidaridad con Siria.






A SIRIA

La lágrima que cuelga de la pestaña.
Precipicio abierto,
sangre derramada.
Jirones del alma
en secos pedazos
desparrramada.

Indiferentes balcones
a este lado de un velo de hierro:
observancia callada,
poemas muertos,
infancia ultrajada
y gritos en diferido.

Legiones huecas de esperanza
sobre huesos cabalgan.
Huyendo de su tierra dejan
vidas cercenadas,
puertas cerradas
y futuros a la espera.

¿Cómo pegar añicos de vidas rotas?
¿Dónde terminan los días de la paz muerta?



Alba Sánchez Serradilla

lunes, 26 de agosto de 2013

PONERLE CARA



Por fin puedo enseñaros –a caballo entre el orgullo y la timidez- la carita del que será mi primer libro: Distancias. Un proyecto modesto, de sesenta páginas, con pocos medios en todos los sentidos, pero con mucho trabajo detrás, muchas horas y sobre todo mucha ilusión y ganas de aprender de cada paso dado en el  mundo de la autoedición. 

Por si a alguien le ronda la idea de publicar por sí mismo una obra, si os habéis hartado de llamar a la puerta de editoriales convencionales o si simplemente queréis saltaros ese paso –como yo misma he hecho- dejadme que os de un par de pinceladas sobre cómo ha sido el proceso:

Yo elegí editar mi poemario con Punto Rojo Libros, una editorial en la que puedes contratar diferentes servicios de acuerdo a tus necesidades y a tu presupuesto. No solo no es caro sino que con las ventas de los ejemplares que te dan por el precio inicial ya recuperas la inversión que hay que hacer en un principio.

Eso sí, de la distribución de los ejemplares que contrates para ti te tienes que encargar personalmente, pero a la vez la editorial te los pone en catálogo en el Corte Inglés y Casa del Libro, además de en su catálogo oficial recibido por miles de pequeñas librerías. Si cualquier persona se interesase por tu libro en Casa del Libro, por ejemplo, si no lo hubiera en stock (lo más probable en principio) se lo podrían encargar y tenerlo en pocos días. 

El proceso de elaboración del libro se hace a través de internet, en contacto directo con el equipo de Punto Rojo, que solucionan dudas y correcciones en el menor tiempo posible. En mi caso nunca tardaron más de un día en hacerme ningún cambio que les solicitara. Es de justicia reconocer que funcionan muy bien, están realmente abiertos a las sugerencias del autor en aspectos como la portada, y hacen pacientemente cuantos cambios les pidas tanto en portada como en interior. 

Además, te gestionan todas las cuestiones legales para que tu libro pueda ser publicado y comercializado (ISBN, registros legales, código de barras). Desde el momento de la contratación el autor solo debe encargarse de las correcciones ortográficas y de la supervisión de la elaboración de la portada. El resto queda en sus manos, y por mi experiencia diré que se han portado como profesionales. 

Antes de publicar todos los ejemplares contratados, una vez aprobados todos los materiales electrónicos, te mandan a casa un solo ejemplar para que des el visto bueno final al resultado material. La sensación de ver tu libro por primera vez, máxime si como en mi caso, es el primero, no tiene precio.

Hoy os comento brevemente mi experiencia porque lo que quería era enseñaros las cubiertas, próximamente os haré un post más detallado sobre autoedición y todas sus posibilidades, no solo la que yo he elegido, puesto que hay muchas opciones buenas. 

En pocas semanas el libro estará a la venta en papel y digital para que los amantes de la poesía podáis darme vuestras opiniones. Hasta entonces, os dejo con la portada y la sinopsis de Distancias,cuyo aire irlandés seguro no se le escapa a nadie. Se trata de un pequeño homenaje al país donde escribí la mayoría de los poemas que contiene el libro. La fotografía de fondo la hice yo misma en Aran Island, y me pareció perfecta para expresar el sentido del libro: un acantilado, un salto al vacío, un mar de posibilidades infinitas.







 Espero que os guste, y poder leer vuestras opiniones, muchas gracias :)

jueves, 22 de agosto de 2013

ALEJANDRA LA GOLONDRINA



Lo que a continuación os muestro, es uno de los cuentos que ando creando hace tiempo para hacer un pequeño libro. No obstante no es fácil y lleva su tiempo, así que para que no sigan criando polvo en alguna recóndita carpeta de mi PC, aquí lo comparto con la esperanza de que os guste. La filosofía que vengo aplicando al cuento infantil se basa en la de mi programa infantil favorito: La Bola de Cristal, que se aplicaba el cuento de que a los niños no había que hablarles de forma disminuída ni simplificada, ni había tema que de la forma apropiada no se pudiera abordar. Yo traigo hoy una pequeña reflexión con tintes feministas pero que lo que busca es educar en la igualdad entre sexos, y en la capacidad que todo el mundo tiene de elegir quien quiere ser e ir a por ello. 

En la Bola de Cristal se trataban temas de forma absolutamente transgresiva, además en verso (cosa que yo, salvando las distancias, he intentado) y el resultado eran contenidos como el siguiente, que además encantaba a los niños aunque no entendiesen a priori todos los conceptos:




En definitiva, si los niños de los ochenta veían ésto sin inmutarse, y además les gustaba y mucho -y a los adultos- está claro que están a la altura para leer y escuchar historias un poco más "duras" que las de las clásicas princesas desdichadas en busca de un príncipe azul que ya no se cree nadie. En ésta línea van mis cuentos, aquí os presento el primero de ellos.

Espero que os guste y si queréis comentarlo, será un placer leer y responder a todo lo que tengáis que decir. Con todos ustedes, Alejandra la Golondrina :)



Alejandra la golondrina, limpiaba el nido durante todo el santo día. Dale que te pego, ahora barro, ahora friego. Colocaba las ramitas y barro, y cortaba los brotes que de ellas crecían, no fueran sus polluelitos a hacerse daño en el pico. Todo detalle cuidaba, ella nunca se cansaba. Tenía el nido más limpio de todo el alféizar de su ventana. Sus amigas la envidiaban cuando iban a tomar té “Qué limpio todo, Alejandra, vaya nido de revista... ¡eres una artista!”.

Los que las otras amigas no sabían era lo que Alejandra tanto desearía: trabajar fuera del nido. El día que se decidió, se lo dijo de repente a su golondrín marido: “querido, quiero trabajar y dejar de limpiar, ¿me vas a apoyar?”.

No salía de su asombro el golondro. ¡Cómo iba él a permitir que Alejandra saliera a trabajar! ¿quién iba a limpiar?

Lo que a él realmente le gustaba, era la vida sencilla. Llegar a su nido después de un día de trabajo para arriba y para abajo y tener la mesa puesta, en la puerta las zapatillas y limpio cada rincón. Los polluelos limpios, y a ser posible acostados, que no anduvieran piando por todos lados, que el rey de la casa necesitaba descansar, y de eso Alejandra era la que se tenía que encargar.


Por eso mismo le dijo a su esposa que pensara en otra cosa, que en el nido cada día había mucho por hacer, que no se empezase a distraer, y le trajese algo de comer.

Alejandra cierra el pico, y le trae algo rico. Pero algo que suele pasar cuando alguien quiere volar, es que puede dejar de hablar, pero sus ideas quedan en el corazón para seguir haciéndole pensar. Así que Alejandra, aunque apenada por la postura de su marido barrigón, la idea no la desechó. Nunca la convenció.

Pasó algo más de tiempo, y Alejandra envejecía día a día. Ya no era la golondrina feliz que se enamoró de aquel que ahora le cortaba las alas de su libertad de elegir lo que quería ser. Ella sentía que lo que quería cada vez lo quería más: quería volar, viajar, pensar por sí misma, leer libros, pintar cuadros, ir al teatro... no quería solo limpiar.

Al golondro requetevago le dio una última oportunidad:

“Me voy a marchar si no empiezas a ayudar. Si entre los dos pudiésemos ordenar y limpiar el nido yo tendría tiempo para trabajar también, quizás hasta podría estudiar por las noches, cuando los polluelos se acuesten, si me echas una pata. No quiero que las polluelas crezcan y crean que solo han de limpiar en la vida, ¡quiero que sean libres como sus hermanos! Y que tengan un buen ejemplo a mano... ¿qué me dices?”


Y el gordinflón, se rió y la despreció. Alejandra en su interior pensó, que quien ríe el último, ríe mejor.

Esa misma noche hizo sus maletas y la de sus tres polluelos y alzaron el vuelo. Un poco apenada pero también entusiasmada.

Le dejó una carta que decía: “te dije que me iría. No supiste valorar todo lo que yo tenía que aportar, así que en buena hora abandono nuestro nido, para buscar mi propio destino. Al poco entenderás que te habría sido mucho mejor ayudar”.

Llegó a casa de una buena amiga que vivía dos edificios más arriba, y allí un tiempo se instaló, aunque con toda su ilusión, conseguir un trabajo no le resultó muy difícil y comenzó enseguida a vivir por sus propios medios. Se quedó definitivamente con sus hijos en un nido fantástico con vistas a un parque lleno de migas de pan de las meriendas de los pequeños humanos. 

Aprendió a hacer muchas cosas: pintaba, leía libros, salía de paso, a ratos estudiaba, y sobre todo, soñaba con un futuro cercano en todos -golondrinas y golondrinos- iguales en oportunidades, tolerando, y sin derecho a decidir el la vida de nadie, podrían vivir felices y sin tocarse las narices.

La vida le sonreía a Alejandra. Hizo realidad su sueño y se convirtió en ese ejemplo que quería para sus hijos: les enseñó que se puede luchar por lo que uno quiere, y romper todos los grilletes. 


 Alba Sánchez Serradilla. 2013

martes, 20 de agosto de 2013

UN PASO MÁS...



A la hora de presentar el blog que tenéis ante los ojos, se me viene a la cabeza mi relación con la literatura, con los libros, con mi profesión, con los bolis si me apuras. No sé exactamente qué debo contar en esta presentación ni cómo hacerlo. Quiero daros la bienvenida, deciros lo que vais a encontrar aquí en entradas sucesivas, invitaros a seguirme y todo el correspondiente bla bla bla de la autopromoción. Pero la verdad, me da pereza ese discurso. 

He abierto este blog, no por aburrir al personal con uno más, sino para terminar de identificarme. Si nos ponemos estrictos, lo he hecho en un sentido egoísta, para convencerme quizás a mí misma de que, en efecto, soy escritora. 

Desde luego no tengo un sueldo que lo acredite, menos aún un contrato (soy de la generación “perdida”, no tengo ni idea de lo que la palabra en cuestión significa) pero es algo que llevo tan dentro como la profesión que elegí, precisamente por su relación con las letras: periodismo y literatura se conjugan en mi persona como motores de vida, el contar cosas, el comunicarme con cuantos más pueda mejor, el que me cuenten. 

Las letras, las historias, la comunicación. Son lo que amo de la vida: un ser humano chocando contra otro (real o ficticio) en un diálogo que se perderá en el tiempo o entre las páginas de los libros para ser rescatadas por alguien más que no presenció la cháchara en cuestión, pero que la comparte incluso a través de la historia, en escenarios absolutamente diferentes. Es hermoso presenciarlo, leer libros, artículos, poemas, letras en general. Y poder crearlo, mejor o peor, es un privilegio. 

La primera historia que quiero contaros en éste, que va a ser precisamente un blog de historias, de literatura, de pluma, es la mía propia:

Cuando era muy pequeñita estuve enferma. Las apetencias del destino quisieron que a los tres años pasara por primera (y hasta el momento, última) vez por un quirófano. Una malformación congénita en un riñón exigía que mi pequeño cuerpecillo fuera sesgado a temprana edad. No hay trauma alguno al respecto, de hecho, apenas lo recuerdo. Aunque sí recuerdo otras cosas. 

Recuerdo que me regalaron muchos cuentos en aquella época, algunos de los cuales aún conservo y de vez en cuando releo. Las historias de Sócrates, Ulises, Cleo y Casimiro (no los clásicos, sino unos animalillos que llevaban tan pintorescos nombres) me acompañaron mucho tiempo contándome las grandes verdades de la vida humana: cómo se hace el pan, el azúcar, la sal, y toda una serie de productos de primera necesidad que si no hubiera sido por aquellas cartillas finas y llenas de dibujos, probablemente a día de hoy no tendría ni idea de cómo se producen. Al fin y al cabo, soy de la LOGSE.

Recuerdo a mi madre leyéndome un cuento a la hora de dormir, noche tras noche, incansable, desde que estuve en el hospital hasta mucho después. Lo que quizás empezó como una manera de entretener a una pequeña en una situación un tanto difícil, se convirtió en costumbre, en tónica familiar. 

En mi casa siempre hemos leído casi de forma enfermiza. Desde muy pequeña se recitar poemas de Gabriel y Galán en castúo, que mi padre leía conmigo en los ratos muertos, que nos hacían gracia por los vocablos de nuestras raíces extremeñas, y que ahora no se van de nuestras memorias, ni falta que hace porque son de los mejores recuerdos que guardo de mi infancia. 

Cuando terminé de devorar buena parte de la colección del Barco de Vapor (Las historias de Fray Perico, mis favoritas) y otras tantas de Manolito Gafotas, entre otros, mi mente pedía marcha. Mis primeros libros “de mayores” los recuerdo bien: Memorias de una Geisha, y Los Renglones Torcidos de dios, este último todo un tocho para una chavala pero me encantó, aunque sospecho que debería leerlo de nuevo y sería como leer un libro nuevo. 

Desde entonces, han sido cienes, no se, demasiados, los libros que han pasado por mis manos. Los adoro. Me gusta verlos acumulados en las estanterías de mi casa y de la de mis padres. Me encanta su tacto y su olor, las páginas que amarillean como en aquel precioso ejemplar de Cien Años de Soledad que rescaté por dos euros en el rastro y que olía a baúl. Me arropan en mis ratos de soledad, cuando los ordeno por categorías, cuando los reviso y leo pasajes de algunos que me encantan. 

A veces, leo más de uno a la vez, mientras no sean varias novelas, porque ahí me pierdo en las historias mezcladas. Los de poesía los cojo sin orden, hoy me apetece Lorca y mañana Benedetti, pasado igual tengo cuerpo de Neruda, y al siguiente de Castro. Todo depende del pie con que amanezca, pero siempre amanezco con pie de poesía, eso no puedo evitarlo, lo llevo en la sangre y probablemente en el alma esa que dicen que tenemos, y que ojalá. 

Mi pasatiempo favorito –uno de ellos- es pasearme por la Cuesta de Moyano en busca de tesoros de segunda, tercera, y quinta mano. Me encanta ojearlos y hojearlos, y puedo pasar horas muertas con el sol en la cara pensando si me dejo todo el "sueldo" o dejo algo para comer. 

Los libros han formado parte de mi vida y de la de mi familia siempre. Es por eso que los quiero siempre cerca, siempre uno en mi bolso, otro en la mesilla, otros regados por todas partes de la casa. Es el único desorden que tolero con gracia y llevo con tranquilidad. 

Mis primeras obras literarias se remontan a numerosos cómics de animales animados que montaban en monopatín y se contaban su vida, cuentecillos salpicados, alguna obra de teatro que escribí para hacer con los amiguitos del barrio, cuadernos llenos de poemas desde mis catorce años que, todo hay que decirlo, dejan bastante que desear. Más tarde, con algún año más a la espalda, muchos proyectos de algo así como novelas, historias que se me han ocurrido y que he dejado a medias, quizás porque me faltan unos cuantos años para ser capaz de afrontarlas, o algunas vivencias más que me den la perspectiva adecuada. Ahí están, esperándome. 

Ahora mi primer libro está en camino, y me siento más escritora que nunca. Siento esa naturaleza indeleble del que necesita contar historias, juntar palabras con toda la gracia y el arte que puede. Siento la pasión de escribir, de trabajar mis textos y mi poesía, y creo que ha llegado el momento de dar un paso más con un blog como éste, donde me presento como lo que soy: una periodista profesional y una escritora vocacional que puede que algún día también haga carrera de ello. Nada me gustaría más. 

De momento, aquí dejo mi espacio donde podréis seguir mi trabajo literario. Junto con Los Días Inciertos, donde tiene lugar el periodismo más delirante, también de mi pluma, pretenden ser dos huecos de una misma autora, diferentes, pero condenados a entenderse: la realidad más cruda y la crítica más ácida, con lo que pretende ser arte, tocar fibras, hacerse con un sitio que quién sabe si me está esperando. Solo se que si no lo busco, nunca lo encontraré. Así pues, adelantecon la literatura, con la poesía, con lo que surja...














Alba Sánchez Serradilla