martes, 4 de marzo de 2014

PUERTAS Y LARGOS INVIERNOS


Nada había vuelto a ser lo mismo desde aquel mes de noviembre. Aunque así parecía, todo seguía tan normal en apariencia, tan frío como de costumbre en aquella época del año. Retozaba el otoño riéndose en nuestra cara, obligándonos a embutir nuestros rostros en bufandas de dos y tres vueltas. Helándonos las entrañas y los pensamientos pasaba un mes infame que lo cambiaría todo. 

Desde entonces sentías ese frío tan extraño. Diferente a todos. El frío del no saber hacia dónde uno transita, qué será de los días venideros, de los soles que nos quedan por ver o de la lluvia que aún ha de mojarnos. Simplemente no saber, y saber que no se sabrá nunca. Que los rincones de la suposición guardan engaños alojados en sus zonas más oscuras. Que podemos creer que todo irá bien y jamás podremos estar seguros. Incertidumbre. Miedo. Vacío. Un gran salto. 

Ese mes de noviembre te fuiste a casa sin saber qué harías con tu vida al día siguiente. Sin saber siquiera si tu vida se había quedado, o al menos una parte, tras aquella puerta que acababan de cerrarte. La ilusión es importante, pero no lo es todo. No es un currículo brillante la lámpara de Aladino, ya lo decía Sabina. 

“Hay cosas peores” ibas esforzándote en pensar. “Nos ha jodido, podrías estar muerto”, te respondía su propia mente, en un inexplicable tono jocoso. Tú eres de esta parte, eres de los desheredados, de los que ya no esperan nada porque no pueden. O esperan barricadas y contenedores ardiendo, pero no llevan mechero y les pillan lejos. Tú eres de esos, convéncete. Este es el prime time de tu vida: la expectación máxima, el ¿ahora qué?

Puedes sentir el peso de todos los años que estudiaste y te formaste, de todas las horas, de todas las noches en que dormiste poco, o en que te pusiste hasta atrás de cafeína por sacar alguna asignatura que ni te interesaba una mierda. Ahora todo eso resuena a tus espaldas, como si llevaras una mochila llena de cacharros que no te deja oír las instrucciones que te digan cómo coño se gestiona esto de ser adulto. 

No fue tiempo perdido, porque fue tiempo vivido. Todos esos días respiraste, sentiste, sufriste, pero también bailaste, reíste, conociste mentes abiertas que puede que ya se hallen muy lejos, persiguiendo al vuelo de la oportunidad que tú no encuentras. Quizás tú también te vayas. Quizás no. Quizás todo. Quizás nada. 

Hoy no sabes qué será de nada ni de nadie. Y todavía tienes que aguantar que te digan que las cosas mejorarán, los mismos que te han llamado 'Generación perdida', los mismos que te han acusado de no querer nada de la vida más allá de una juerga morena continua y desenfrenada, los mismo que te tomaron por panoli no han dejado de hacerlo. A veces te preguntas si es que lo eres. 

Pero no era tu caso. Tú querías hacer cosas, incluso pensabas que podías y quien sabe, quizás puedas, en este universo o en los paralelos, en alguna galaxia cercana o en alguna otra reencarnación que te posicione mejor. Quizás puedas, incluso en los días que vengan, en este vida, sin esperar a ninguna otra. 

Algún día soñaste con cambiar el mundo, al menos el que te rodeaba. Sentiste esa borrachera ideológica del "todo es posible". A veces aún piensas que otros lo conseguirán, pero sientes flaquear tus propias fuerzas, porque estás harto de esta carrera de obstáculos que no crees merecer. Que no te mereces. A día de hoy, te sientes perdido y acabado. Aunque sabes que por cojones el sol va a salir mañana otra vez, no te importaría que te pillara durmiendo hasta la luna en punto. 

No agaches la cabeza de regreso a casa, aunque otra puerta cerrada te haya caído como una losa. Ya ha llovido desde el mes de noviembre, has transitado un invierno de luces y sombras y dentro de poco será primavera, y con ella puede que llegue el deshielo del alma. No dejes de intentarlo, porque alguien tiene que hacerlo. Tú decidiste quedarte a luchar, a hacer posibles sueños nobles, porque lo creíste posible. Si lo será, no podrás saberlo hasta que lo hayas intentado con todas tus fuerzas, y alguna más. Hasta que no te mires al espejo y veas que todas las cicatrices no sino el puzzle de una lucha que mereció ser librada. 



Alba Sánchez Serradilla

lunes, 2 de diciembre de 2013

UN POEMA PARA ELLA

 Esa ausencia tan tuya

En las horas eternas miro incesante
ese hueco infame que has dejado en la mesa
con el plato puesto, la sopa ya muy fría.
Lento voy observando como se tiñe de años la madera de tu silla.


Observo también los espacios hallados en mi memoria
por donde tú transitas, paseas, a veces corriendo pasas,
te vas volando y vuelves a dejarme a oscuras
entre tu recuerdo y las imágenes veladas de tu ausencia.


Te fuiste sin cerrar la puerta, y escaparon todos los años compartidos,
corretearon libres por las praderas que para mí algún día dibujaste
y a la hora de dormir, volvieron a casa para arroparme,
para empaparme de la paz de tu mirada apaciguada y añeja.


Deberías saber cuan grande siento tu ausencia,
que mis párpados no responden ante las luces de la mañana,
cómo de secos se han quedado mis ojos
de llorarte una vez y otra desde todos los rincones de mi alma


Mi niñez pizpireta correteaba entre tus faldas
junto a tantos ratos que dejé olvidados en tu regazo
supongo que los llevas contigo, donde quiera que vayas
como yo llevo en mi corazón pegados muchos abrazos de tu alma.


Me hubiera gustado poder decirte: ¡buen viaje!
Y mandar saludos para los que allí te esperen,
el último abrazo que no pudo ser, ahora será un sueño eterno
que aliviará mis dudas y mi desconsuelo en las noches en que te añore


Alba

martes, 22 de octubre de 2013

Mi primer libro: DISTANCIAS

Por fin llegó el día de anunciar que ya está a la venta mi primer libro, del que ya había hablado en alguna ocasión: Distancias.

Hago este anuncio desde el nervio propio de la escritorilla novata que somete por primera vez su obra a juicio. De antemano podéis estar seguros de que habréis leído libros mejores, pero espero que quien lo lea lo haga desde el cariño, tal y como yo lo he escrito y preparado, y sabiendo que es mi primera obra y aún me queda un gran camino por recorrer para poder ser llamada "escritora"...



Distancias es un libro sencillo, corto e imperfecto sin duda, pero lleno de momentos en los que muchos os podréis sentir reflejados, sobre todo si habéis tenido lejos a alguien querido, o si habéis esperado de la vida cosas que nunca llegaron, o que al menos de momento, no llegan.

Escribí este libro en su mayor parte durante el año en que viví lejos de mi país y de mi familia, cuando tuve que marchar a Irlanda y separarme de todo lo que más quería. No es que fuera una experiencia trágica, pero sí es una de las que realmente aprendes muchas cosas, una de las importantes y bueno, según parece la nostalgia es un buen alimento de la poesía.

No obstante, no solo es nostalgia lo que encontraréis en el libro, también esperanza, ansia de cambio, movimiento de una nueva generación, crítica social, nuevas formas de pensar y ver el mundo.

Si os gusta la poesía, os invito a que le déis una oportunidad a mi primer libro, si tenéis un conocido amante de la poesía, os agradeceré que le invitéis a leerlo, y por supuesto y como siempre, dejamos este blog como foro abierto donde libremente podéis dejar vuestras opiniones y reflexiones sobre lo leído.

Desde ya podéis adquirirlo vía online en el siguiente enlace:



Aunque para las personas que estén interesadas en tenerlo y tengan cierto contacto conmigo, recomiendo que me lo pidáis directamente, tengo algunos ejemplares y os ahorraréis gastos de envío:)


Si queréis un aperitivo, aquí os dejo un fragmento del poema titulado Inventario:

"Y ahí estaremos, en el fin del mundo
riéndonos de la lágrima que cuelga,
de las desventuras más amargas,
de las noches en blanco. 

Y se pararán los relojes para esperarnos
al final de lo que nunca termina.

Cuando cesen las horas y echemos las cuentas,
al final del todo devolverás a mis manos
los trozos de mi alma que te fui regalando,
y los pintaremos en el cuadro eterno
de vidas unidas hasta el fin de los tiempos"    



A los que decidáis brindarme vuestro apoyo, muchas gracias y un abrazo. Y a los que no, pues también :D


Alba Sánchez 

 


martes, 8 de octubre de 2013

FERIA DEL LIBRO ANTIGUO Y DE OCASIÓN 2013

El domingo pasado visité la Feria del Libro Antiguo y de ocasión en Madrid. Se encuentra en el paseo de Recoletos hasta el próximo domingo, así que amantes de los libros amarillentos, tenéis poquito más de una semana si no habéis ido, no os la podéis perder.

Me gustó mucho verla, y sobre todo ver que había mucha gente que se había acercado a echar un vistazo. Gusta ver cuando este tipo de eventos funcionan, así quizás podamos tener cada vez más. Teniendo en cuenta el precio de los libros nuevos y la situación de la mayoría de los bolsillos españoles, esta celebración me parece un acierto. Claro mejor me parecería hacer las cosas bien y dejar de ahogar al ciudadano para que pudiese comprar libros tranquilamente de primera, segunda o quinta mano, pero esa es otra historia.

Lo que tengo que apuntar es que no me pareció especialmente barata en relación a lo que estoy acostumbrada a encontrarme en la Cuesta de Moyano, mis librerías de segunda mano de cabecera. Supongo que al tratarse de una feria con la consiguiente repercusión mediática los comerciantes podían permitirse inflar un poco ciertos precios que, sin llegar a ser caros, en algunos títulos se excedían un poco tanto por el estado de conservación del libro como por su tamaño. La media estaba en torno a los cinco euros por ejemplar, y encontrabas a este precio novelas de varios centenares de páginas y libros de menos de cien.

Claro está que la literatura no se vende al peso y todo depende de la calidad del contenido, y realmente cinco euros por la mayoría de los libros que allí había no me parece caro, simplemente observé títulos que yo había visto anteriormente más baratos aún, y con ésto quiero decir que hay vida después de la feria, que sigue habiendo en Madrid lugares donde te llevas muy buenos libros por menos de tres euros.

Mis adquisiciones en la feria han sido: 



Una recopilación de poemas de Vicente Aleixandre, con tapa dura y muy bien conservado, por el módico precio de tres euros.

Dos títulos de René Descartes por el precio de uno: en el mismo libro 'El discurso del método' y 'Tratado de las pasiones'. Por cinco euros, y habría pagado más dada su bonita encuadernación clásica y su perfecto estado.

'La Moral' de Aristóteles lo compré por seis euros. Su conservación no es tan buena pero aquí había de prevalecer el contenido y por lo tanto, a la saca.

El libro de Jorge Semprún si que fue todo un hallazgo, por solo un euro me llevé 'Adiós, luz de veranos', una historia de la Guerra Civil en primera persona que estoy deseando leer.

Como vemos, se puede encontrar de todo, y auténticas joyas. Si como yo, vais a los saldos, por menos de cinco euros podéis haceros con muy buenos libros. Si vuestro presupuesto es más holgado podéis encontrar de todo: colecciones por tomos, encuadernaciones artísticas, revistas de antaño, todo tipo de géneros y de calidades.

Lo mejor es que lo veáis por vosotros mismos así que daros una vuelta, no os lo perdáis. Algunas de las librerías que han expuesto en la feria son de Madrid y se pueden visitar después del evento, pero han venido muchas de otros puntos de España que solo estarán estos días. Si os gusta la literatura, aquí tenéis una cita obligada. 


 Alba Sánchez Serradilla

martes, 1 de octubre de 2013

RETALES DE UN PROYECTO DE NOVELA




Os adelanto una pequeña muestra de algunas líneas de la novela en que actualmente trabajo y que pretende ser un retrato de los tiempos que vivimos, de la perspectiva de los jóvenes ante la época que les ha tocado vivir, sus esperanzas, sus frustraciones. No se trata de una novela autobiográfica pero espero que sepáis perdonar ese pequeño y creo que inevitable error de los escritores noveles de "tirar de archivo" y recurrir a lo vivido y conocido en más de una ocasión. Espero que os guste y que os apetezca leer más ;)
  



No cogía el teléfono. Para no quedarme en casa toda la mañana, se me ocurrió salir a hacer algunas fotos por el centro. Me calcé las botas, me puse una rebeca –todavía hacía fresco a principios de junio, raro pero cierto-, me atusé el flequillo con las manos y salí de mi casa pensando en la reinvención.

Era en sí un concepto atractivo. No era una palabra que sonase mal, ni mucho menos. Sonaba a emprender, a aventuras, a cambio a mejor. Sin embargo no podía dejar de percibirla con un punto amargo en tanto que se imponía a los jóvenes de mi generación. Y a mí, que al fin y al cabo, soy el caso que más me preocupa. 
 
Reinventarse. ¿Para qué? ¿Quería reinventarme? No hacía tanto tiempo que me había inventado por primera vez. Quizás tiene más sentido reinventarse cuando uno se aburre de lo que hace, al final de su vida laboral, o al menos a mitad, o en su jubilación, cuando se tiene tiempo. Pero no me parece de buen gusto imponer a un puñado de jóvenes la reinvención de sus trayectorias cuando éstas aún no han empezado. De ninguna manera.

Mi invención comenzó en la Facultad de Ciencias de la Información. Fui a una carrera atestada de gente, con una competencia infinita. Y fui porque quise, es cierto. Fui por vocación, porque siempre quise ser periodista. Con mi primer sueldo de camarera de terracita veraniega pagué mi primera cámara, tenía diecinueve años. Fue una herramienta cara pero necesaria en el proceso de invención que se abría ante mis ojos: el fotoperiodismo, una nueva pasión encontrada. 
 
Me iba a hacer fotos a diestro y siniestro todos los días que salía el sol y todos los que llovía también. Me encantaba. Ahora no es lo mismo, no es la misma inspiración gratuita y despreocupada la que dispara por mí. Ahora hay más problemas detrás de la cámara que delante, quizás porque son míos y no quiero ver que en efecto no son los peores, pero así lo siento. 
 
A veces salía a hacer fotos solo porque el click click de los disparos me relajaba. Me gustaba fotografiar “a ciegas” solo direccionando la cámara hacia un sitio amplio, como una calle, un parque. Y sin fijarme demasiado, fotografiar. Estaba muy interesante ver las vidas que confluían en un plano general de forma casual. Disparé a la Calle Arenal: la Ópera al fondo, una que mira escaparates, un inmigrante con chaleco fosforescente comprando oro al peso, dos enamorados inmortalizados en una carantoña, una señora que pide limosna en San Ginés, cerca de una de las librerías favoritas de Salva cuyo rinconcito se intuye a la izquierda, donde un señor inclinado selecciona un libro de segunda, tercera, o quinta mano. 
 
Cuánto ha cambiado Madrid desde que llegué. Cada día amo más esta ciudad. No solo por bella, que me lo parece hasta decir basta, sino por sus continuas lecciones, por su afán de sobrevivir en la belleza de siglos atrás sin renunciar a los aires de nuevos tiempos que la cubren de modernidad. 
 
Lo malo de los nuevos tiempos, de los que ahora transcurren, es que a parte de esa modernidad que se traduce en rascacielos o entradas estrambóticas a la red de metro como la que han puesto en la Puerta del Sol, también cubren a la ciudad de incertidumbre y miseria. Nunca había visto en Madrid tantos indigentes como ahora mismo, y ya llevo aquí más de una década. 
 
Me deprime enormemente que estén por todas partes. Porque me hacen sentir repugnante en una indiferencia casi obligada, estandarizada, que todos mostramos sin despeinarnos. Pienso que hoy en día, no es tan difícil verse en su lugar y de repente me siento miserable por quejarme de que no me salga trabajo, si al fin y al cabo voy sobreviviendo con la ayuda de mis padrastro, cual quinceañera. ¿Tengo derecho a quejarme? La verdad es que no lo tengo nada claro. 
 
Cuando me encontraba revisando la última fotografía escuché mi nombre tras de mí. Levanté la cabeza y encontré al girarme a Salva. No iba solo.

Hacía tiempo que no nos veíamos, casi dos meses. Hablábamos por teléfono poco y mal, y nuestro último encuentro fue un tanto extraño: después de conseguir comportarnos como amigos medianamente normales durante algún tiempo, finalmente nuestra normalidad no dio más de sí y terminamos en la cama. Parecía increíble después de la última gran pelotera por la enésima vez que salió a relucir el tema de Víctor. Después de acostarme con Salva por última vez sentí un tremendo agobio y prácticamente le eché de mi casa diciéndole que necesitaba estar separada de él un tiempo. Ese era el tipo de comportamiento que no me ayudaba a convencerle de que lo de Víctor había sido algo confuso y pasajero. Ya hacía un par de años que nos cabreábamos y reconciliábamos por el mismo tema. Muchas veces ni yo me entiendo, y no me podría perdonar el jugar con sus sentimientos. Así habían pasado las semanas. Siete en total, las había contado.



 Alba Sánchez Serradilla

jueves, 19 de septiembre de 2013

EL PERFUME: UNA NOVELA OLFATIVA



Aún no he terminado de leer el Perfume, a falta de pocas páginas y ahorrándome así el riesgo de desvelar el final, voy  a contaros mis impresiones sobre un libro que me ha sorprendido muy gratamente. 

En primer lugar, no es un libro que estuviera en la lista de títulos  que yo misma me habría obligado a leer antes de morir. Este libro cayó en mis manos a través de un regalo inesperado de un buen amigo que me aseguró que le había encantado. Como este chico nunca me engaña, no dudé de que fuera un buen libro, pero la verdad es que ha superado mis expectativas. 

Lo que más me ha llamado la atención de El Perfume es su dimensión olfativa, nunca antes vista por una servidora a ese nivel de elaboración en un texto. Ciertamente hay pasajes del libro en los que el propio olfato del lector se encuentra en un grado de estimulación excepcionalmente alto para el acto en sí, que es solo leer. Sorprendente.



Patrick Suskind narra la historia de Jean Baptiste Grenouille, un personaje de los que serían considerados parias del siglo XVIII, con un don extraordinario en su sentido del olfato. Se trata de un hombre cuyo interés hacia el mundo se centra exclusivamente en su dimensión olfativa, y ese es el punto de vista desde el cual explora todo lo que le rodea. 

Grenouille se convierte, tras el dramático relato de los primeros años de su vida, en un perfumista de talento deslumbrante, aunque no siempre reconocido. El relato de los intríngulis de la perfumería resulta muy interesante, al menos para alguien como yo, a quien siempre le había sido ajeno el arte de la perfumería, sus herramientas, sus técnicas, el oficio clásico de perfumista. 

Es precisamente su obsesión por la destilación de olores y perfumes lo que le lleva a adoptar métodos poco ortodoxos de extracción de nuevas “fragancias”, pero ese un terreno que debo dejar a la incógnita hasta que os decidáis a leer la novela. 

Algunos pasajes me han resultado ciertamente desagradables, y he de decir que ese aspecto del libro es el que me ha resultado más interesante, ya que la repugnancia producida por una descripción detallada del “carnaval” de olores que caracterizaban a las personas y las ciudades del siglo XVIII es un efecto generado en el lector a partir de un relato –algo poco olfativo en sí mismo-. La descripción es tan detallada, tan expresiva que realmente llegas a experimentar algo parecido al efecto que produciría el olor en sí mismo: asco, frescura, buenas y malas sensaciones en la pituitaria solo a través de las letras. Desde mi punto de vista, diferente a todo lo leído anteriormente. 

Sin embargo no todo iba a ser perfecto. Puede que el ritmo sea uno de los aspectos que menos me han gustado. Más que nada porque me ha parecido inconstante: el comienzo es trepidante, rápido y ágil. La segunda parte ralentiza la historia, narra aspectos más técnicos, introduciendo al lector en el mundo de la perfumería a costa de un poco de argumento. Digamos que dejan de “pasar cosas” al ritmo que se sucedían en la primera parte.  La tercera parte lo arregla, pero en mi opinión, concentra demasiada acción que podría haber sido más repartida a lo largo de las páginas. No obstante, no se hace nada pesado y la lectura es dinámica y muy entretenida, una historia y una narración de las que engancha. 

Dicho lo cual, me dispongo a terminar el libro, a ver si el final es acorde con lo estupendo de la lectura hasta ahora. En definitiva: Si tuviera que darle solo un adjetivo a El Perfume sería “sensitiva”.  Considero El Perfume un título muy recomendable para todo tipo de lector, en especial para los que buscan una buena historia, pero sobre todo para los que son amantes de la literatura más sorpresiva. 


Alba Sánchez

martes, 3 de septiembre de 2013

POR QUÉ LEER TEATRO



Los caminos de la literatura son inagotables. Doy fe. Sé que por muchos años que viva, difícilmente tendré tiempo para leer todos los libros que deseo: de los que ya se hicieron, de los que se harán. Esa desasosegante sensación me hace leer a veces como si no hubiera mañana, y a veces me hace sentir estancada cuando un libro es demasiado denso y me lleva un tiempo relativamente largo leérmelo.  Para después de estos libros, los gordos, los “tochos” que, aunque te encanten, te dejan las neuronas doloridas de pura actividad –léase Cien Años de Soledad- necesito algo mucho más dinámico y concreto, que sin perder calidad literaria me dé ritmo y energía en la lectura.

También soy consciente de que la lectura no es para todo el mundo un hábito tan enfermizo como para mí, y siendo consciente de ello, hoy he querido comentaros una opción de lectura que –al menos desde mi punto de vista- no es tan generalizada ni tenida en cuenta como la narrativa o incluso la poesía. Es francamente difícil encontrar a alguien leyendo poesía en el metro. Encontrara a alguien que lea teatro puede considerarse un poltergeist, yo jamás lo vi.

Estoy leyendo una obra teatral actualmente: Mariana Pineda, de Federico García Lorca. Nunca la he visto representada, aunque me encantaría, pero solo su lectura ya provoca todo tipo de sensaciones: la poesía del maestro Lorca, tan perfectamente ajustada a la escena, tan expresiva, tan elegante, unida a una historia tan apasionante como la de Pineda, donde se mezclan el amor con la lucha por la libertad. Simplemente estimulante.



El teatro es acción directa, desde el punto de vista literario. No hay más adornos que la palabra de los personajes, que en el caso de Mariana Pineda es sublime por el estilo empleado por el autor. A todos los que alguna vez se han quejado de que un escritor se “enrollaba” en descripciones o detalles, les recomiendo que prueben a leerse un libro de teatro: al grano, acción continua, interactuación de los personajes frente a los ojos del lector.  Literatura a pelo y sin medias tintas.  Generalmente, ni siquiera son muy grandes.

El condicionamiento al que a veces nos vemos sometidos como lectores a través de las descripciones del autor, no es tan marcado en el teatro, donde como mucho te cuentan cómo se distribuye la escena y dónde se sitúan los muebles. Los detalles son tan puramente técnicos, que si quisieras podrías no leerlos y simplemente extraer tu propia imagen de la escena con solo los diálogos de los personajes y su interactuación.  En tu mente puedes estar viendo una representación teatral, con su escenario, telón y todo, o una película, según los dictámenes de tu percepción y tus preferencias. Es absolutamente versátil.
Como sugerencias, y por si os animáis a probar o queréis alguna recomendación, os cuento brevemente sobre mis títulos y autores favoritos:


-Miguel Mihura: Maribel y la extraña familia, Tres  sombreros de copa. Este autor desarrolló un estilo muy particular de teatro basado en el humor absurdo y en tergiversar temas de la más absoluta cotidianeidad (como puede ser la presentación de una pareja a la familia, o la organización de una boda) en situaciones delirantes aliñadas con mucho humor inverosímil. Muy recomendable para quienes quieren simplemente reírse, desconectar. No obstante, entre risa y risa se puede analizar a través de las letras de Mihura la sociedad española de los años cincuenta, sus prejuicios, su forma de entender las relaciones sociales y familiares. Muy recomendables para amantes del humor absurdo.

-La Casa de Bernarda Alba, Federico García Lorca. Con este autor siempre pecaré de imparcial porque es mi favorito y mi referente, pero no soy la única persona que, guardando una estrecha relación con los libros y habiendo leído unos cuantos, opina que esta obra en una de las grandes creaciones teatrales que se han hecho en nuestro país. Es una obra dramática, profunda, femenina e intimista. Cuesta creer a veces que un hombre fuese capaz de hacer un retrato de la íntima psicología femenina tan acertado, pero así era Federico, un genio sin más. Cuenta la historia de una familia de luto donde unas mujeres que se han quedado solas a la muerte del padre, tienen que plantear su vida en ausencia del varón y en medio de un entramado social y familiar donde ser mujer no es tarea fácil. 

-Eloísa está debajo de un almendro, Enrique Jardiel Poncela. Otra obra de tendencias parecidas con Miguel Mihura. El humor de los que hilan fino, comicidad basada en lo inverosímil de las situaciones que se relatan, y con un punto detectivesco ante un misterio por resolver. Muy aconsejable para trabajar el humor inteligente. 

-Entremeses, Miguel de Cervantes. Para todos aquellos que aborrecieron el Quijote cuando fueron obligados a leerlo a destiempo en el colegio o instituto, les recomiento los Entremeses para reconciliarse con uno de los Grandes de nuestras letras. Pequeñas composiciones de  alrededor de quince páginas. Son historias digestivas, ligeras, con una acción generalmente dinámica y concreta, sin irse por las ramas más de lo necesariamente impuesto por el lenguaje propio de la época. Los entremeses se escribían para representarlos en los descansos de las obras grandes, son pequeñas composiciones cuyo objetivo primordial siempre fue el entretenimiento, por lo tanto, es justo eso lo que hay entre esas páginas. 

-Luces de Bohemia, de Ramón del Valle Inclán. He de reconocer que este libro no es corto, ni fácil de leer. Tampoco difícil. Desde mi punto de vista, es el mejor libro de teatro que yo jamás he leído. Además de suponer la obra insignia del esperpento de Valle Inclán (personajes desfigurados en sus vicios, exagerados y hasta cierto punto irreales, realidad degradada), la historia de Max Estrella me resulta conmovedora: un artista bohemio, trágico y oscuro, perdido por las calles de Madrid en un delirio alcohólico, todo lo contrario a la conciencia moral que pudiese entenderse como habitual en la época. Es simplemente una obra maestra, pero cuidado: resulta complejo si es el primer libro de teatro que leéis, una iniciación teatral para valientes. 




Con estos títulos tenemos para empezar, aunque hay muchísimos más, que yo he leído y que no he leído, algunos que ni conozco. Si tenéis alguna buena propuesta para animarnos a leer más teatro y romper esa tendencia desventajosa que ésta disciplina literaria tiene, la recibiremos con mucho gusto en los comentarios. 


 Leed mucho ;)

Alba